domingo, 7 de septiembre de 2008

¿Cómo se Constituye el Sujeto Pedagógico?


Esta vez nos hemos congregado para abrir nuevos cauces, para responder lo que permanece adormecido por exceso de confianza, para alzar la mirada por encima de eso que la convención establece como Teoría Pedagógica.
Una mirada de conjunto que este amplio repertorio de aportes que nos brinda la Teoría Pedagógica, nos muestra la complejidad de los asuntos que gobiernan la preocupación de tantos pedagogos e investigadores en el mundo. Nos revela también las posibilidades y límites que la cultura académica establece para la recepción de formas de pensamiento en la coyuntura mundial.
Esta memoria crítica pretende muy sutilmente testimoniar las potencialidades de un diálogo intelectual con verdadera vocación pedagógica jalonada por la convicción profunda de una “crisis” epistemológica sin apelaciones entre sujeto y sujeto pedagógico.
Es cierto, pocos han descifrado las nuevas sensibilidades colectivas y desarrollado la referencia a ellas. No se trata de una mirada superficial y alejada de lo sensible, en tanto ella está lejos de las modalidades de formalización que requiere habitualmente la construcción científica.
Dicho de otra manera, no es de esperar que al hablar de sujeto pedagógico en el espacio académico las referencias a esta temática adquiera rápidamente pregnancia, en tanto existe una fuerte tendencia a mirar sólo aquello que refleja a quienes miramos; es decir, a tomar como objeto lo que nos repite en la modalidad que sostenemos como sujetos epistémicos.
En esta búsqueda reflexiva al interpelar el presente con un corte teórico-estético intentamos comprender los tiempos que corren signados por grandes derrumbes e inseguridades, en un movimiento cuasi-natural de desfundamentación y que ya de un modo descriptivo empieza a permear el espacio público con el nombre de Posmodernidad.
En medio de todo el caudal de oportunidades que la posmodernidad ofrece, la médula de toda la teorización en el campo de las ciencias sociales, la categoría matriz del pensamiento sobre lo social es el sujeto.
Al hablar de sujeto, exige cierta arqueología sobre el momento epocal en que la humanidad entera está inmersa, detectar los síntomas, expresiones y sensibilidades de la “posmodernidad”, permitirá obtener una clave en función de ponderar el por qué ha ocurrido el eclipsamiento de la vida emocional o el por qué se ha desvanecido el encanto de la sensibilidad, el amor y el odio. Al respecto, refiere Sheler (2003) “su formación pasa a ser una función de la transformación real de la organización en la evolución de la vida y de la historia y depende de la singularidad del entorno y de sus efectos”.
De cualquier modo, para algunos lo posmoderno lo relacionan con una sensación de quiebre, una constatación filosófica del agotamiento de los valores modernos, la pérdida de la inocencia de un pasado excesivamente optimista, colapso de la idea de progreso, fin de la razón, muerte de la utopía, muerte de Dios, muerte del sujeto, evoca los temores del cambio de época con la sensación de angustia e incertidumbre (Brunner), la muerte de los grandes relatos (Lyotard), la fatiga de la razón ilustrada (R. Lanz); en consecuencia, podríamos decir que es una despedida de la modernidad, de sus ideales, de sus promesas. Es en este clima contextual donde inscribimos una aproximación temática sobre el sujeto.
Un sujeto atravesado por este momento epocal goza de la evolución discursiva bajo un paradigma primero positivista y luego “emergente” donde prevalece la alteridad, las pasiones, los sentimientos, los instintos y agregaríamos las competencias comunicativas (Habermas), encontrando en la intersubjetividad una manera de lograr acuerdos racionalmente motivados.
Desde esta última concepción, podríamos decir que el sujeto es el ser que se define a sí mismo, que tiene conciencia de sí mismo y que construye su identidad en relación con otros, relación que es determinada por su racionalidad, por sus emociones y por su intersubjetividad.
Surge la pregunta ¿Cómo plantear la intersubjetividad en tiempos contemporáneos en relación a los múltiples y fragmentarios espacios de lo público-comunitario-ecológico?
Trasladados a los espacios, a veces invisibles, de la vida cotidiana, la categoría de sujeto adquiere contornos nada precisos y si más bien difusos. Así, la intersubjetividad, prolifera hoy, asumiendo las más increíbles y variadas formas de acuerdo al ámbito de sentido o espacio social en el cual se mueva.
En este orden de ideas, los sujetos según su campo de acción o espacios societales son: sujeto vecinal, ecológico, político, cultural, histórico, deportivo, pedagógico, entre otros. En estas instancias apreciamos una pluralidad de sujetos que movilizan y son movilizados por imaginarios y representaciones muy local y territorialmente ubicados.
Decimos local y territorialmente ubicados porque al hablar de sujeto pedagógico debemos asumir la concepción de Heller (1982) sobre sentir que para ella significa “estar implicado en algo. Tal implicación, es parte estructural inherente de la acción y el pensamiento y no un mero acompañamiento”.
Por ello, un sujeto pedagógico, es un sujeto de ciudadanía, de ecociudadanía que tiene la propiedad de implicarse dentro del proceso de construcción de socialización en el campo del aprendizaje, la enseñanza o en múltiples campos o ámbitos de sentido de lo social y educativo.
Se trata de un sujeto dentro de un tejido social que moviliza imaginarios, representaciones sociales, discursos, memorias simbólicas y saberes de la más diversa procedencia y naturaleza, que se expresan de muchas formas en los múltiples espacios de la vida cotidiana.
En este sentido, Heller (1982) subraya que “acción, pensamiento y sentimiento caracterizan todas las manifestaciones de la vida humana”, podemos agregar que la puesta en escena del sujeto pedagógico no se realiza exclusivamente en el contexto de lo educativo, sino en la multiculturalidad de los “mundos de vida” de la cotidianidad. Es ahí en donde podemos ubicar la emergencia de un nuevo “sujeto pedagógico” con respecto a las relaciones entre el sujeto común y la comunidad, el sujeto común y la ecología, las relaciones con el estado y la posibilidad de resignificación del contexto en general y de los discursos.
Para responder a la pregunta ¿Cómo se constituye el sujeto pedagógico? Podríamos responder, parafraseando a Heller, que se constituye a partir de la evaluación, con la implicación para sí mismo de la esencia propia, tomando en cuenta el sentir, los valores.
La constitución total del sujeto pedagógico es inacabable, porque se asume el sentido como ya dado a partir de su carácter subjetivo y al sujeto como determinado por los influjos societales y la interacción con el otro y el entorno. Es el sujeto pedagógico quien escribe el texto de su vida en relación con el otro y la naturaleza.
No obstante, es en relación al mundo de la vida cotidiana que el sujeto establece tres momentos fundamentales, según Habermas (2002): “a) la familiaridad ingenua, b) la validez de un mundo intersubjetivamente compartido, y c) el carácter local y a la vez indefinido, poroso y sin embargo, delimitante, del mundo de la vida”. En atención a este tipo de entendimiento tenemos que en la esfera de la recuperación del sujeto, se opera la reconstrucción de un sujeto cargado de voluntad en tanto sujeto concreto.
La idea de un sujeto concreto nace de la autoreflexión que se produce en el espacio de la intersubjetividad, como conciencia reflexiva colectiva, pero ¿Cómo optar por una postura ético-reflexiva que no conlleve las fracturas entre amor y vida, interés universal e interno particular, fe y saber, para construir ese nuevo sujeto pedagógico?
Postulamos la idea de la búsqueda de nuevas claves interpretativas de la relación con el otro, basadas en los sentimientos, la expresión del sentir, la comunicación, el amor, la voluntad, la acción y la interacción significativa con el ambiente.


Referencias Bibliográficas

Habermas, J. Conciencia Moral y Acción Comunicativa. 2002
Heller, A. Teoría de los Sentimientos. Editorial Fontamara, S.A. Barcelona
España 1982.
Sheler, M. La Gramática de los Sentimientos. Editorial: Deutscher
Taschenbuch Verlag GMBH & Co. KG, 2000 Barcelona.

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