lunes, 7 de septiembre de 2009

Ensayo Unidad II, Maestro, hijo de su tiempo: Simón Rodríguez.

Maestría en Educación Robinsoniana
Pensamiento Educativo Venezolano y Latinoamericano
Integrantes:
Juana Barreto), María Sara Vivas A, Gisela Guerrero, Ernesto Rojas, Edixon Simancas, Enriqueta Müller.

Maestro, hijo de su tiempo: Simón Rodríguez.

El siglo XVIII y el siglo XIX marcaron diferencias notables; éste, por ejemplo, estuvo cifrado por el movimiento independentista de las colonias hispanoamericanas, y aquél, extendió la Ilustración, convirtiéndose ésta, en un fenómeno de signo universalista. Uno y otro con luchas sociales en procura de la igualdad, equidad y fraternidad, cruentas luchas por la libertad, revoluciones en gran escala por la imposición de poderes imperiales; coincidiendo con el naciente capitalismo y el surgimiento y desarrollo de una Europa con deseos irrefrenables de penetración y conquista del continente americano. En este orden histórico, en el caso de Venezuela, vale hacer mención de cuatro hombres que se catapultaron universalmente por su actuación patriótica en la independencia de la patria, parámetros en la historia de Venezuela. Sus ideas estuvieron influidas por la Ilustración. Así, Miranda, pleno de conciencia y prioridad absoluta en el servicio de la unidad y libertad su mejor ofrenda a la patria y la humanidad; Andrés Bello, el gran humanista; Simón Rodríguez, ilustre maestro revolucionario de todos los tiempos y, su discípulo, Simón Bolívar, el Libertador y Padre de la Patria.
En ese acontecer es de amplitud e importancia diversa el estudio del pensamiento de Simón Rodríguez, a decir verdad, proclamar el nombre de Simón Rodríguez o Samuel Robinson, es proclamar el hombre, el filósofo, el maestro; es clamar su pensamiento vigente, consistente y sumergido en las grandes verdades de América como continente y más allá de estas fronteras. Simón Rodríguez, caraqueño, nació en 1769 con dos características preeminentes, una, observador, otra, rebelde; sinónimos de originalidad, inventiva y fuerza. Cabe señalar, que Rodríguez desde niño le fue sembrada la semilla que germinó en ascenso en su obra educativa. Él durante sus años juveniles y todo su vivir fue un convencido que era urgente organizar y promover un modelo educativo real, auténtico, con rumbo y orientación para desprenderse de esa vieja estructura que, mantenía incólume el ser servil. A la luz de su pensamiento, “No nos alucinemos sin educación popular, no habrá verdadera sociedad… La misión de un Gobierno es cuidar de todos los hombres de la infancia, de todos, de todos, sin excepción para que cuiden de sí mismos después y cuiden de su Gobierno”. Efectivamente, es formar hombres y mujeres críticos por el conocimiento, capaces de asumir actitudes transformadoras en todos los aspectos, conocedores de sus deberes y derechos y resueltos ante ellos, con gran sensibilidad humana y trabajo creador con y por el colectivo.
Efectivamente, Recibe una educación fecunda, a pesar de las limitaciones supremas en materia educativa durante esa época, evidente contraste entre esta postración educacional y las realidades que empieza a vivir Venezuela. Valga decir que, con la enseñanza impartida en la escuela colonial y entre sus discípulos, el niño Simón Bolívar; a la sazón, fue dilatando su pensamiento revolucionario mediante los libros llegados de Europa, pues a la par, se abre el libre comercio. Es así, como se posesiona de obras de pensadores ilustrados. Entre los autores que más circulaban, Voltaire, Rousseau, Montesquieu, entre otros. Esta situación es muy propicia para el avance del pueblo el cual estaba sumido en la ignorancia de los grandes acontecimientos del escenario universal y la cultura. Es interesante como los libros llegaron a América, arribaron a Caracas; es el comienzo de la pluralidad que ofrece la fascinación por la lectura. Se trata entonces, de construir, desde el pensamiento, una presencia nacional, cuando ya el viejo mundo se había paseado madurando en los conocimientos.
Esa vida intelectual forjó el destino del maestro, quien todo su vivir lo consustanció con el pensar, aprender, saber y hacer para facilitar con la praxis de modo generoso y tenaz. Valga decir, que las teorías educativas de Jean Jacques Rousseau, constantes en su obra Emilio o De la Educación, publicada en París en 1762, las toma en un ámbito colonial superabundante en tradiciones y prejuicios. En ese contexto era una imprecación hablar de libertad y de las teorías surgidas de la revolución francesa. No obstante, él, las asumiría como propias cuando integra el movimiento conspirativo fallido en contra del régimen monárquico. En medio de todas estas circunstancias, emprende el Emilio hacia dos vertientes, a saber: para educar a su discípulo, Simón Bolívar y, para realizar la reforma educativa con la venia del Cabildo de Caracas. El lustro, de 1792 a 1797, un Emilio tropical, dará como consecuencia un Libertador, habida cuenta de que en Simón Bolívar había, por nacimiento, una médula de genio que Rodríguez supo descubrir a tiempo. Con el título “Reflexiones sobre los defectos que vician la Escuela de primeras letras de Caracas y medio de lograr su reforma por un nuevo establecimiento, en cuanto a, las ideas de que la escuela primera es lo fundamental; que la tarea de los maestros es extraordinaria; que han de atenuarse y hasta eliminarse los castigos; que los primeros obligados a la educación e instrucción de los hijos son los padres. Ideas emanadas del Emilio, las cuales, Simón Rodríguez las volvió nervio y carne”. Es así, como Rodríguez presenta sus aportes para reformar la educación imperante, con razones evidentes que según sus experiencias pedagógicas son necesarias.
Al concluir la guerra de independencia el maestro esparció por América latina su tesis de educación popular, una educación basada en la inclusión, en la igualdad, escuelas talleres, donde la educación abordaba el trabajo productivo conducente a la ordenación social para la formación de republicanos auténticos para edificar valores. El Maestro, visionaba una educación para la convivencia, auténticos ciudadanos, propulsaba la educación popular. Resaltaba que la educación no puede estar distante del trabajo, pero ese trabajo en su máxima expresión significativa, ese que vincula al ser persona con su ser interior, con sus semejantes y con su medio circundante, es decir perfilando el desarrollo humano sustentable. Salta a la vista que de lo que se trata es del binomio educación y trabajo que implica la producción en los talleres, como un elemento importante de la formación para lograr que el estudiante valore el oficio que aprende, consciente de sus potencialidades para transformarse y transformar su entorno, para el bienestar individual sin perder la perspectiva de colectivo.
Para ello, los maestros deben estar capacitados, formados con amor y mística para asumir los nuevos desafíos, la relación docente- alumno debe dejar de ser una relación estrictamente técnico- cognitiva y autoritaria, Simón Rodríguez, siempre recuerda por donde discurre la senda, el título de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender; no al que manda aprender o indica lo que se ha de aprender ni al que aconseja que se aprenda. Es imprescindible hacer viable la utopía de una sociedad democrática donde no haya visos de dominación ni de exclusión.
Simón Rodríguez, luchó fuertemente para cambiar la pedagogía de su tiempo, así escribe, “La enseñanza se reduce a fastidiar a los niños diciéndoles a cada instante, y por años enteros, así, así, y siempre así… sin hacerles entender por qué ni con qué fin no ejercitan la facultad de pensar. Lo que no hace sentir no se entiende no interesa… Mandar recitar de memoria, lo que no se entiende, es hacer papagayos para que por la vida sean charlatanes. Enseñen a los niños a ser preguntones, para que pidiendo el porqué, de lo que se les manda hacer, se acostumbren a obedecer a la razón, no a la autoridad como los limitados, ni a la costumbre como los estúpidos”. Escuela/Comunidad/Universidad, deben estar cohesionadas para la discusión, reflexión y aportes para la construcción de un proyecto de país para una sociedad nueva, es sustancial revolucionar la educación.
Por sus convicciones fue víctima de adversidad, no fue comprendido en su tiempo, más sobresalieron los intereses y privilegios de unos cuantos que habían señalado a los oficios bajos, viles y mecánicos, indignos de personas nobles, hecho que desbordó en España y sus colonias una clase volcada al lujo y a la apariencia, con frecuencia arruinada pero incapaz de trabajar, ante esto, después de la independencia, sin duda, sus ideas no hallaron escenario para gestar una educación popular propia, ligada al trabajo manual, con escuelas talleres donde los alumnos aprendieran a cultivar los campos, a fabricar objetos, a producir y vivir en sociedad, cimiento de las verdaderas repúblicas soberanas; hoy, su pensamiento está más vigente que nunca. Es de relevancia que Simón Rodríguez fue claro, certero, propio de su carácter al plantear que nunca se haría democracia con gente ignorante, se refería a la genuina democracia, humanista, popular, ética, participativa, protagónica, defensora de la identidad y soberanía nacional y de la emancipación social. La educación libertadora y revolucionaria en cuanto tal, debe ser esencialmente popular, a saber, formar al pueblo para el ejercicio de la participación democrática, porque sólo un pueblo educado es un pueblo democrático. De manera tal que, la educación en su función social esencial para la construcción de una democracia participativa debe apuntalar hacia un fin ético/político, es decir para conocer, comprender e interpretar la realidad de amplios sectores sociales con miras a su transformación.
Entonces, de lo que se trata es de la interacción e interactuación de los hombres y mujeres en la sociedad. He allí, la mirada a todos los niveles que constituyen el ámbito social. Sin lugar a dudas que, en las Repúblicas debe estar conjugada la escuela política, pero una política impecable donde no se desvirtúe su función social, es decir, libre de ególatras oportunistas y habilidosos para las tretas y fogosidad por el poder. En consecuencia, la situación en la sociedad venezolana y América exige un cambio radical en el sistema educativo. La escuela actual producto de una sociedad rentista debe dar paso a una escuela con amor para el trabajo, apegada a la ética, a la producción social, fundamentada en lo laboral, política y humana que genere prosperidad y justa distribución de las riquezas.

Referencias Bibliográficas

García J. Simón Rodríguez Pensador para América. Disponible en: http://www.unesrvirtual.com.ve/biblioteca/mer/mer014/Biblioteca/unidad_2/simonrodriguez/sr_pensador_para_america.pdf consultado 04-09-2009.
Pérez A. Gaudeamus. Revista universitaria. UNESR. No 5. 2003
Valdez J. Gaudeamus. Revista universitaria. UNESR. No 10. 2008.
Rumazo A. Ideario de Simón Rodríguez. Ediciones Centauro. 1980.

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